Somos el efecto de varios factores que conforman nuestra esencia. En Psicología llamamos a este fenómeno, determinación de la personalidad. La personalidad es la integración más dinámica y compleja de los contenidos y funciones intrapsíquicas que intervienen en la regulación de la conducta de los sujetos en las diferentes esferas de su vida. Sin embargo, podríamos preguntarnos cómo surge, qué se necesita para que aparezca o si es innata.
Múltiples causas determinan la identidad individual. Para ello es importante comprender que no nacemos con personalidad, sino que deviene en el decursar del desarrollo, aproximadamente a la edad de 3 años, con la aparición de la noción de sí mismo. Esta neoformación le permite a cada infante reconocerse como un ser diferente a los demás, de carácter singular; así como las similitudes que posee con su sexo biológico y los de su especie. Lo anteriormente expuesto, resulta de las vivencias que posee desde lo social a través de la comunicación y la actividad que establece, así como de lo que hereda de sus antepasados desde una perspectiva genética.
La subjetividad de cada hombre o mujer es plurideterminada, según dijera Vygotsky (máximo exponente de la escuela Histórico-Cultural), quien hizo defensa del postulado de que todos somos el producto de la unidad entre lo que recibimos de manera congénita de nuestra familia, lo que aprendemos del medio en el que nos desenvolvemos y de cómo reaccionamos a la realidad, considerando la cohesión entre nuestra bilogía y nuestras experiencias.
Al comprender a alguien, debemos valorar varios elementos responsables de tal resultado. Una buena estrategia de cambio no debe soslayar ninguno de ellos, sino concebirlo como un ser integrado, adaptado y con autonomía para cambiar su pasado y entorno, no como un ser predestinado al fracaso o al éxito.