Estudiar es una de las actividades que exige mayor compromiso, debido a que se trata de un proceso que solamente se alcanza por medio de la perseverancia y el ahínco. Esa es la causa por la que algunos desertan, pues no siempre se cuenta con el empeño para lograrlo. Todo ello, sin olvidar factores circunstanciales que afectan e impiden materializarlo.
Actualmente, la superación estudiantil, se vuelve más difícil. Existe una pandemia que azota y paraliza a quienes no tienen claro el camino de continuar sus estudios. No todos llegaremos al mismo tiempo a la meta, pero lo que sí es relevante es hacerlo. Cuando se tiene un proyecto de vida establecido, no hay evento u obstáculo que lo impida.
Puede que los medios, recursos y vivencias actuales vociferen y exclamen que no es posible, que existen grandes limitantes y que nada podrá cambiar con el simple hecho de desearlo; pero está un amigo, un compañero de lucha que expide batallas y nos hace vencedores: la autodeterminación. Cuando se conoce aquello que se anhela, tarde o temprano cada quimera es materializada.
Rendirse porque aparecen piedras, brechas, fronteras, bloqueos y hasta temor en el trayecto; te convertirá en la peor versión de lo que aspiras ser; sin embargo, hacerle frente te convertirá en alguien seguro que siente orgullo por sus logros.
Es posible que no se vean las ventajas de ser un profesional, que la mala distribución del capital y las finanzas nublen la claridad de los sueños; pero si alguno se centra en la vocación que tiene, en aquello en lo que es bueno y en sus habilidades, estaría hallando su propósito. A eso le podemos llamar realización, éxito, satisfacción.
Cultivar el intelecto y educar el alma hace de cada sujeto, una persona más sensible, más preparada, más culta, más libre. Seguir atado a las garras de la ignorancia y la frustración le vuelve desdichado, siendo la amargura, su aliado más cruel.
Aprender y hacerlo bien, abre puertas al pasaje de la esperanza; brinda nuevas oportunidades y elimina la ceguera que muchos generan para ocultar la máscara de la explotación y el engaño. Es hora de que nuestros pueblos de América escuchen su corazón y calmen la sed de sabiduría que tienen; para rasgar la cruz que los inmola.
La Pedagogía del oprimido ya no debe ser una dolorosa verdad; sino que en su lugar debe permanecer una ciencia que busque la más grata experiencia humana; y para lograrlo se necesita del lápiz y la libreta que hoy tienes, esos que en tus manos se vuelven el pasaporte hacia un paraíso sin retorno.